La transición hacia la movilidad eléctrica se presenta como una de las grandes soluciones al cambio climático. Sin embargo, cuando hablamos de sostenibilidad, el análisis no puede quedarse solo en las emisiones del tubo de escape. Hay muchos más factores que considerar para entender si el coche eléctrico es, en efecto, la mejor opción.
1. La huella completa: más allá de conducir
Para medir el impacto ambiental de un vehículo, no basta con fijarse en lo que contamina mientras se conduce. Hay que analizar todo su ciclo de vida: desde la extracción de materias primas, pasando por su fabricación, uso y finalmente, su desecho.
Fabricar un coche eléctrico genera más emisiones que uno de combustión, principalmente por la producción de las baterías, que requieren materiales como litio, níquel, manganeso o cobalto. La minería de estos elementos tiene una huella hídrica y de CO₂ considerable, y además, plantea desafíos éticos y geopolíticos importantes.
2. ¿Qué tan limpia es la electricidad?
Una de las claves del impacto real del coche eléctrico es el origen de la electricidad con la que se carga.
- Si proviene de fuentes renovables o nucleares, la huella de carbono se reduce considerablemente.
- Pero si la energía viene de centrales térmicas o carbón, el beneficio ambiental se diluye, y mucho.
En resumen: no contamina lo mismo un coche eléctrico en Noruega que en España.
3. Emisiones indirectas: lo que no se ve
Aunque los coches eléctricos no emiten CO₂ directamente al circular, sí liberan más partículas finas (PM 10 y PM 2.5) debido a su mayor peso. Esto se debe al mayor desgaste de neumáticos y frenos. En cambio, los coches de combustión sí emiten CO₂, monóxido de carbono (CO) y óxidos de nitrógeno (NOx) durante toda su vida útil.
4. ¿Y si no estamos mirando el problema completo?
Un dato poco conocido pero revelador: los vehículos particulares solo representan el 5% de las emisiones del sector transporte.
El 95% restante corresponde al transporte de mercancías: camiones, barcos, aviones… Entonces, ¿estamos centrando los esfuerzos en el lugar correcto? Es una pregunta que merece reflexión.
5. El impacto en la industria europea
La rápida apuesta por el coche eléctrico también está generando graves consecuencias económicas.
La industria automotriz europea, que durante décadas lideró la innovación global, está perdiendo competitividad frente a los fabricantes chinos.
Estos últimos ofrecen vehículos eléctricos más baratos, gracias a su dominio de la cadena de suministro de baterías y su capacidad productiva. El resultado: una industria europea vulnerable, en plena transformación forzada.
6. Entonces… ¿qué hacemos?
El coche eléctrico es una parte necesaria del cambio, pero no la solución definitiva.
Para que tenga sentido, necesitamos que la energía sea limpia, mejorar las tecnologías de batería, crear modelos de producción más sostenibles y, sobre todo, repensar la movilidad.
No basta con cambiar el motor; es necesario transformar todo el sistema: reducir la cantidad de vehículos, impulsar el transporte público, crear ciudades más accesibles para peatones y mejorar la eficiencia logística.
Conclusión
En definitiva, el futuro de la movilidad no se reduce solo a elegir entre coche eléctrico o de combustión. La verdadera clave está en construir un modelo de transporte más sostenible, eficiente y justo, que combine mejores tecnologías con cambios profundos en cómo nos movemos y organizamos nuestras ciudades. Solo así podremos reducir el impacto ambiental real y avanzar hacia un planeta más saludable.